Agonía del lobo que no podía aullar

Confusión, añoranza, ¿dolor? No estoy segura. ¿Indiferencia? A ratos, quizá.
No me gustan los recuerdos.
Hoy quiero caminar, que llevo botas nuevas. Me da igual dónde, a donde sea.
Quiero dejar el mundo bien atrás, que no se vea.

Me voy a sentar en mi sillón de la indiferencia.
Las cosas se ven mejor a una distancia prudente.
Sí miras por la ventana verás la triste realidad.
Mejor me fijo solo en las lágrimas dulces que resbalan por el cristal.

Los pingüinos no pueden volar.
Los padres enseñan a sus hijos a vivir.
Yo decidí que prefería soñar.
Pero si en tu sueño eres un pingüino, ¿puedes soñar que vuelas? 
Los pingüinos no pueden volar.

Pesadillas en las que no tienes voz para gritar. Y lloras.
Será que hoy no ha salido la luna.
Si la luna no sale, ¿cómo puede un lobo aullar?
Mi madre dice que los domingos no se sale, se estudia.
Quizá por eso hoy mis lágrimas decidieron no salir.
Al igual que la luna.
Sabia decisión. 

‘Las imágenes están todas en nuestra cabeza, nada más’
Dijo mi profesor de filosofía.
‘Pues hay un mundo horrible en mi cabeza, profesor’…
…dije yo, ‘¿me dice dónde está la salida, por favor?’.

Habla, pero nadie escuchará más que lo que le interesa.
¿Para qué? Cada uno vive en su propia conveniencia.
¿Seguro se cambió en su momento el modelo geocéntrico por el heliocéntrico?

Deja de intentar reparar el coche una y otra vez.
¿No te das cuenta?
Lo que falla es el motor.
A veces es mejor desplazarse a pie.

Aunque cierres los ojos y dejes la mente en blanco, el mundo seguirá girando.
¿Pero eso es bueno o malo?

‘El tiempo pone las cosas en su lugar’ dicen.
‘Pues ya va siendo hora’ digo.
‘Te lo dije’ dirá.